viernes, 18 de enero de 2019

El joven hondureño que decidió volver de la caravana 2019

Por Dunia Orellana y Dennis Arita 

San Pedro Sula, Honduras. Jeans gastados y tenis de suelas rotas, chumpa y camisa roídas por el sol, la lluvia y el viento. Eso es lo único que Óscar lleva consigo, lo único que lo cubre del sol y de la lluvia. Va caminando sobre el pavimento de la carretera en busca de un mejor futuro en Estados Unidos. Trata de olvidar el dolor, la sed y el hambre. No puede dejar que esas sensaciones lo derroten.

De pronto se detiene y ve adelante y a los lados, donde cientos de compañeros de viaje se dispersan por las orillas de la carretera. Van tan adoloridos como él, igual de hambrientos y sedientos, vestidos con ropa raída y manchada de tierra, pestañeando bajo el sol, expuestos a enfermedades, animales salvajes, delincuentes. Si la vida no hubiera sido tan dura con ellos, no habrían intentado salir de Honduras. Eso es algo de lo que Óscar está seguro porque él es como ellos. Ha sufrido como ellos. Tiene esperanzas como ellos.

“¿Esto es realmente lo que quiero?”, se pregunta, viendo a través del vapor que sale del pavimento las filas interminables de niños, jóvenes y adultos, mujeres y hombres, que como él van en busca de un sueño que poco a poco se ha ido convirtiendo en pesadilla.

Están en San Pedrito, en el departamento de Copán. Óscar lo sabe porque ha visto las señales de la carretera. Casualmente, Óscar tiene familiares en este departamento del occidente hondureño. Los ojos se le van llenando de lágrimas, no solo al saber que sus seres queridos están cerca, sino también por los amigos que ha hecho en su largo viaje. Ya no recuerda hace cuántos días comenzó su caminata, pero el dolor y el cansancio le dicen que son muchos.

“¿Es esto lo que busco?”, se repite.

De pronto decide que no es lo que busca y da vuelta atrás.


El dolor del viaje

La larga caminata de Óscar comenzó dos días antes, la madrugada del martes 15 de enero de 2019, en El Calán, Villanueva, en el norte de Honduras. Llevaba seiscientos lempiras en el bolsillo, o sea menos de veinticinco dólares, que en Honduras apenas sirven para comprar diez comidas. Completaba su magro equipaje con una mochila en la que había empacado otro par de zapatos, una chumpa impermeable para protegerse de la lluvia y camisa y pantalón extras. Óscar salió de su casa la noche del lunes 14 y llegó a San Pedro Sula cuando aún estaba oscuro y soplaba un viento helado que era como la resaca de diciembre.

Las dudas que tuvo días antes ya se habían esfumado. Estaba seguro de que viajar a Estados Unidos de la forma que fuera era lo mejor que podía hacer con su vida. Además ir en grupo era mejor que ir sin compañía: cuatro días antes había visto en la televisión las noticias sobre la caravana de migrantes a Estados Unidos y eso le dio un coraje extra que no habría tenido si hubiera planeado viajar solo. Su decisión de viajar se reforzó cuando llegó a la terminal de buses sampedrana y vio la gran cantidad de gente que iba con el mismo plan que él.

A sus veintiséis años de edad, Óscar trabaja un día sí y otro no. “Como mis amigos”, cuenta, “decidí que lo mejor era irme porque ya no aguantábamos la crisis aquí en Honduras. Algunos de mis amigos trabajan en mototaxis y otros siembran maíz, limpian frijoles o cargan leña”.

Óscar también labora: se dedica a la pintura de edificios y a la albañilería, pero es raro que le salga trabajo. La comida no es cosa de todos los días y a Óscar, como a muchos hondureños, no le queda más remedio que “apretarse la faja”.

Los expertos opinan que si las políticas gubernamentales siguen siendo las mismas, no habrá cambios para personas como Óscar y probablemente se obtendrán los mismos resultados.

"Si no hay un cambio drástico en políticas sociales y macroeconómicas de generación de empleo, competitividad y seguridad, no solo seguridad de vida, sino alimentaria y en medicamentos, y disponibilidad de atención adecuada en hospitales, las caravanas seguirán incrementándose. Es un problema de autoestima. Nuestra gente ha perdido la esperanza y la ilusión y espera cambios drásticos y, sin estos cambios, su desilusión se convierte en frustración, que provoca altas tasas de violencia, suicidios, feminicidios, migración forzada y emigración irregular", dice el analista y catedrático de la UNAH, Gabriel Paz.  

“Éramos mil los que salimos en la caravana”, relata pausadamente Óscar, que de vuelta de su aventura ha perdido varias libras de peso, “pero en el camino se nos iba pegando más gente. Creo que al final ya íbamos como mil quinientos”.

Ir en grupo no sirvió para atenuar del todo los sufrimientos del trayecto. En el camino a lo que todos llaman “el sueño americano”, los viajeros iban lidiando con problemas y retos de toda clase, desde serpientes venenosas e insectos hasta vehículos pesados que amenazaban con atropellarlos a cada momento. “Era la primera vez que viajaba a Estados Unidos y por eso no conocía realmente lo difícil que era”, dice. “Imagínese lo sacrificado que fue viajar desde la terminal hasta San Pedrito y no digamos lo que falta desde ahí hasta llegar a la frontera”.

No todo en el camino del migrante es desesperanza. También hay personas bondadosas. Óscar las recuerda así: “En el camino la gente nos daba lo que podían para comer y que no desfalleciéramos. Nos regalaban naranjas, guineos, café, agua y comida. Comíamos de lo que había. Cuando nos agarraba la noche, nos dejaban dormir en las casetas de buses, pero en total solo dormí un par de horas porque con la helazón era complicado”. Óscar se protegía del frío tapándose con su chumpa mientras algunos de sus compañeros de viaje se cubrían con bolsas de plástico.

Los que lo pasaban peor eran los niños. “Ellos son los que sufren más. Uno de adulto medio aguanta el mal clima, pero para el niño no es fácil cuando le da frío”, dice Óscar. Los padres migrantes llevaban a sus hijos de la mejor manera que podían: algunos los cargaban y otros los llevaban de la mano mientras caminaban. Muchos iban llorando amargamente porque ya no eran capaces de aguantar el frío ni la dura caminata. “Daba lástima verlos”.

Nadie dirigía la enorme caravana. Cada quien iba solo o en pequeños grupos donde se forjaban amistades pasajeras. Era una expedición caótica en la que Óscar hacía amigos que luego no volvía a ver porque se subían en camiones para avanzar más rápido. “Yo iba llorando cuando mis compañeros y amigos se iban y no había tiempo de tomarse fotos ni nada”.

En total, Óscar caminó dos días y medio. Entonces le pareció que lo mejor que podía hacer era regresar. Al mismo tiempo que él, veinte personas decidieron volver. En Santa Rosa de Copán, Óscar se encontró con su abuela. Ella estaba escandalizada y triste por el accidentado viaje de su nieto. “Lo que estás haciendo es una locura”, le dijo ella al nomás verlo, “mejor regresa ahorita mismo y ya no pienses en volver a hacer algo así”.


“No hagan el viaje”

De vuelta en San Pedro Sula, del viaje de Óscar solo quedan los recuerdos, una mochila destartalada y la vieja ropa que anda puesta. “No pienso hacer de vuelta el viaje”, dice mientras se recupera, sin un centavo en el bolsillo, enfermo y cansado.

“Si me ofrecieran volver, no lo haría porque el camino es muy difícil”, reflexiona Óscar con una mirada de desaliento. “Si pudiera irme legalmente, lo haría, eso sí. A los que piensan irse les digo que no lo hagan porque el camino es duro y peligroso. Algunos a duras penas llegan a la mitad del trayecto cuando ya están arrepintiéndose. No sé nada de los que se fueron conmigo. Los llamo, pero tienen apagado el teléfono”.

miércoles, 2 de enero de 2019

Marie Kondo llega a Netflix con su magia del orden


Qué inicio del 2019 con la nueva serie de Netflix "A ordenar con Marie Kondo". Ocho capítulos que miras de un tirón y sobre todo te inspiran a cambiar tu vida. 

La japonesa conocida por ser una de las personas más influyentes de mundo y bautizada por la revista Time como la "gurú del orden" nos enseña a conectarnos solo con los objetos que nos dan felicidad. Estoy muy feliz de que por fin ha llegado para mí una de las series más esperadas del año. 

El método Konmarie me ha cambiado la vida desde que lo descubrí en diciembre del 2015. Comencé un viaje que me ha llevado de ser una acumuladora a una mujer minimalista. Jamás imaginé que su primer libro "La magia del orden" no solo ordenaría mi apartamento, sino que me cambiaría la vida. En el 2016 continué el viaje con "La felicidad después del orden", que considero un libro significativo y altamente valioso. 

La serie de ocho capítulos de Marie Kondo viene cargada de emociones y sobre todo esos tips que esperaba desde hace años, su forma de ordenar y la sencillez y energía que trasmiten realmente te inspiran a hacer realidad los sueños y las metas que te propones. Una vez que inicias a ordenar tu casa comienzas a ordenar tu vida y así vas logrando las metas que de verdad te importan. 

Aquí dejo mi primer videoblog del 2019 sobre la serie. ¡¡¡Hermoso inicio de año para todas y todos!!!


jueves, 21 de diciembre de 2017

Aprendiendo a enfocarme



Este 2018 será mi año dedicado al enfoque. Estoy aprendiendo a escribir sin interrupciones. Este es mi año para terminar con mis procesos de sanación y enfocarme a lo que realmente me importa mejorar mi salud física y emocional, mi familia, amigos, trabajo social y dejar un legado para las personas que más lo necesitan. Solo enfocada en mis metas saldré adelante.

La limpieza física y mental me ayuda a tener más clara cuáles son las ideas que deseo realizar. Busco siempre esa paz, esa paz que radica en el silencio y no tener nada a la mano que me haga sentir daño. Me estoy rodeando de proyectos y enfoques que me hacen feliz. Estoy haciendo la diferencia con mi familia.

Estoy buscando que la paz y siento que la estoy alcanzando mis metas creando hábitos que realmente me hacen ser mejor mujer y persona. Mi año es del enfoque, enfoque a seguir adelante y crecer como mujer y ser humano, no destruyendo a los demás sino enfocarme en lo que realmente importa, la gente. Gracias 2017 por darme muchas lecciones, 2018 te recibo con muchas bendiciones.

domingo, 4 de junio de 2017

El discurso más difícil de Heidy



Hoy vi a una de mis mejores amigas enterrar a su bebé, Pablo Roberto, quien tenía más de dos meses de vida. 

El pequeño nació bien, pero su salud se fue complicando conforme pasaban las horas. Heidy, madre primeriza, cuidó su embarazo y se ilusionó con traer al mundo a su pequeño, que nació a mediados de marzo, un mes antes de lo que estaba planeado.

Desde allí comenzó un duro camino que la hizo graduarse en paciencia, fe y optimismo. El pronóstico de los médicos era poco alentador, nadie daba la seguridad de que Pablo podría sobrevivir el primer mes, pero Heidy y su esposo Roberto, contra todo pronóstico, no dejaron de rezar, se refugiaron en su fe que era más fuerte que cualquier estado médico. 


Su círculo más cercano no dejó de apoyarla y rezar por la salud de Pablo, tampoco cesaron las campañas para ayudar a pagar una parte de los gastos médicos que se elevaron más de lo que cualquiera hubiera esperado.

Después de más de un mes lograron trasladar al pequeño a la Unidad de Cuidados Intensivos del Seguro Social y su pronóstico seguía siendo reservado, pero la esperanza estaba fuerte. Hace dos semanas le dieron de alta y por fin Pablo logró estar en la intimidad de su hogar junto a sus padres. 

Aunque había un largo camino por recorrer con base en nuevos tratamientos y una operación del corazón, Heidy y Roberto no dejaron de creer que lo mejor pasaría. Hoy cuatro de junio, a una semana de cumplir 34 años, Heidy vio morir en sus brazos a su pequeño. No renegó de la decisión divina porque, para ella, su amado hijo ya está con el Señor. 

Viéndola en el cementerio y conociéndola desde hace más de 15 años, puedo decir que nunca hubiera imaginado mirarla con aquella fortaleza y firmeza dando su discurso más difícil. Primero agradeció a todas y todos por asistir a darle el último adiós a su hijo, pero también, afirmando su fe, sabe que su pequeño ya está en otro plano y en las manos del Padre Celestial. 

Yo, que la conocí siendo una de las mujeres más tímidas del mundo, al verla hablar ante más de 200 personas en el momento más duro de su vida puedo decir que Heidy es una mujer valiente, ejemplo de lucha y tenacidad, capaz de hacer realidad miles de cosas. Ella luchó por Pablo hasta el último minuto, nunca perdió las ganas de vivir y se aferró a la promesa divina. Hoy lo vio partir, pero sabe que nada está terminado porque el vínculo que los dos tenían traspasa  más allá del tiempo y del espacio. 

Pablo es un ángel, un ángel que le dio los mejores dos meses y medio a Heidy, le enseñó que la vida es efímera y al mismo tiempo divina. Ella no reniega de nada y este golpe solo la fortalece. 

Hasta siempre Pablo Roberto

miércoles, 31 de mayo de 2017

Los dos Kevin de "The Leftovers"



Cuando te gusta lo diferente, no tienes miedo a buscarlo sin importar lo que digan, solo lo haces. Para mí eso es lo que significa la serie de HBO "The Leftovers". Empecé a verla por casualidad en una maratón de Semana Santa y me atraparon sus dos primeras temporadas. 

Cada uno de sus capítulos me hizo sufrir y creer que a veces no existen respuestas y en muchas ocasiones los silencios son mil veces mejores que las palabras. Hoy que estoy a punto de ver su final sigo tan encantada como desde el inicio lo estuve de Mad Men, Sex and The City, Los Sopranos y otras que me atraparon y no dejaron que me fuera a dormir sin verlas. 

Pero ahora estoy enfocada en Justin Theroux (Kevin Garvey), quien me enamoró por su fuerza de interpretación; quién lo diría de alguien a quien la prensa sensacionalista solo ha bautizado como el "esposo de Jennifer Aniston". 

Justin es más que el esposo de una de las mujeres más bellas del mundo, tiene sin duda carisma, pasión y sobre todo excelencia actoral. Sus producciones son pocas, pero sabiamente elegidas. A un capítulo del final he viajado junto a Kevin a los infiernos, lo he visto morir y resucitar en múltiples ocasiones. 

Ahora solo espero que su final sea tan digno como lo han sido cada una de sus interpretaciones. HBO apostó con "The Leftovers" e hizo televisión de calidad; no muchos conectaron, pero qué más da, lo importante es hacer la diferencia. Amo que sean distintos, se atrevan y no se conformen con menos. 

En cuanto a Kevin, me quedo con el Kevin padre de familia y no con el Kevin dueño del mundo. Los dos Kevin desde mi punto de vista tienen mucho en común con Justin. Así fue como dejé que me enamorara más la actuación de Justin Theroux que la de Brad Pitt. Sin duda que Jennifer Aniston tiene buenos gustos. Esperando un final apocalíptico estaré este domingo conectada a HBO. Mirando, sin duda alguna, una de las mejores series de la década.